22 de octubre de 2013

La Soledad del Partisano

Os encontraréis en algunos casos con que es recomendable leer los relatos hasta el final antes de ver las fotos. Este es uno de esos casos. Reservando la imagen para el final de la lectura conseguiréis disfrutar de uno y otra tal y como los autores pretendían. De otra manera no tendría mucho sentido. Es por esto que en vez de encontraros una foto aquí, lo que os hemos dejado es un enlace al final. Leed el relato con calma y disfrutad después de la fotografía.


Jana Older. - "La soledad del partisano y otros relatos que nadie quiso escribir"



… Después de un cierto tiempo, no más del que él había calculado, cesó el estruendo y pudo asomar la cabeza. Otra vez había logrado encontrar refugio. Lo peor, que nunca había sido demasiado difícil conseguirlo. Sopesaba si no sería mejor opción dejar que todo acabase de una vez. Un impacto. Uno sólo, ¡chop! y… au revoir, sayonara, en el infierno nos vemos. Hasta nunca, preocupaciones. Además, pronto llegaría el frío y de su mano una muerte inexorable. ¡Inexorable! Qué estúpida palabra… pero así sería, sin lugar a dudas: implacable, inapelable, inclemente, irrevocable… lo dicho, inexorable… Podría sobrevivir quizás a las primeras heladas nocturnas pero cómo resistir al severo frío de finales de noviembre. Necesitaría sangre además. Así que qué demonios, ¿acaso importaba algo ya? Y sin embargo, a pesar de todo, irracionalmente y llevado únicamente por el instinto, había volado a refugiarse, como siempre. Y como siempre, lo había hecho a tiempo. Sólo por eso, en vez de yacer ahora en un charco como les sucedía a otros, se encontraba allí: encorvado y aterido, mirando hacia el puente naranja, intentando descifrar de dónde salía la fuerza o el impulso que inevitablemente, una vez tras otra, le hacían poner el culo a salvo.
Si refugiarse no había sido difícil, cruzar el puente no iba a ser un juego de niños precisamente. Pero le parecía ridículo, después de todo lo sufrido, perder ahora la vida por pisar donde no debía. Un paso en falso y estaba acabado. Así que, sabiendo que le quedaban unos pocos minutos antes de que desde el cielo volviese el peligro, comenzó a dar las primeras y prudentes zancadas sobre el angosto puente anaranjado. Lentamente, con los pies fatigados por un esfuerzo al que no estaba acostumbrado, fue avanzando hacia la perspectiva de vivir unos pocos días más. A su cabeza, a medida que progresaba, comenzaron a acudir recuerdos de lo que había sido su corta existencia. Primero sólo fueron confusas evocaciones de momentos imprecisos de su infancia. Tenues sensaciones cargadas de un potente significado para él. En su cerebro revivió la fragancia a sangre caliente de su madre mientras cantaba para él y sus hermanos. Sus oídos volvieron a percibir el familiar zumbido de los primeros días de instrucción de vuelo con su padre. Con la figura de su padre los recuerdos se volvieron más minuciosos y precisos y a la vez más emotivos y atropellados. A borbotones rememoró campos con trigo, cielos con nubes, charcas con peces, ropa blanca colgada al sol, los tobillos carnosos de la Señora O’Donnell y las malas pulgas de su perro, el olor a hierba mojada, cerveza caliente y bronceador con aroma a caramelo, enormes moscas furibundas, fruta fresca en los fruteros, luces cegadoras en las ventanas del verano… Y entonces arreció la música en su cabeza y pudo evocar con toda claridad el día que escuchó por primera vez “The partisan” de Cohen. Fue en ese momento cuando empezó a canturrear...

 


...Llevaba ya media canción cuando se dio cuenta de que había llegado casi al final del puente. Seguía vivo. Y lo peor es que, como siempre, no había sido demasiado difícil conseguirlo. Continuó cantando: “... There were three of us this morning; I'm the only one this evening; But I must go on...”. Negras nubes anunciaban la inminencia de un nuevo chaparrón. De los ojos de Leonard empezaba a brotar una jugosa lágrima de mosquito.
 
 

 

2 comentarios:

  1. Qué boa esta Jana Older!!!... a foto boísima, fermosas bágoas as de este mosquito...

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